dimanche 1 mars 2009

Carta a Baleine

Un sentido homenaje a los homenajes,
A un mourning excerpt,
Y a Baleine.
A los refugios inesperados,
Al cemento de casa inglesa,
(que ha servido muy bien para las reparaciones).


Baleine, me sorprendió ver lo que hay en el tercer anaquel de mi biblioteca.
No había notado los cambios, jamás lo hago. Uno se olvida y se olvida, yo olvido más pero no quiero hacerlo esta vez. Perpetuamente disperso y tan ahogado en los globos del simulacro, jamás me dí cuenta lo que en mi oscuro refugio había estado escondiéndose entre el cajón de los espejismos y la lámpara prismática justo detrás de mi esqueleto humano.
La comida desaparecía repentinamente, sobre todo el contenido de la vieja caja de Trix y las zanahorias bebés que acompañaban tan misteriosamente a la abundante aparición de mi queso favorito. Tampoco puedo evitar contarte que la palabra alcachofa siempre me va ha hacer sonreír. Mi selecta colección de acetatos se incrementó sorpresivamente mientras veía como los arquetipos de mi destrucción fueron gradualmente esperanzados con sonidos de caracoles de mar y como interminables láminas de Historia Natural narran nuestra Historia Innatural.

Un día encontré una pequeña bolita de algo desagradablemente inquietante. Otro día estuve viendo como mi gata perseguía cinco pequeños seres naranja que rápidamente desaparecían entre las sombras. Y otro día vi colarse una cola blanca y húmeda detrás del viejo tocadiscos justo cuando comenzó mi canción favorita y no pude evitar cantar The dreams in which I’m dying are the best I’ve ever had. Sabes, ahora quisiera poder recordar todas esas veces donde el tocadiscos decidía tocarme una de esas que te hace sonreír, que te hacen feliz. En mi habitual abandonada inestabilidad no esperaba tan encantadores huéspedes y te equivocaste al pensar que el ritmo hace imposible vivir cuando en la belleza de mi disonancia buscaba campo dentro mi desértico destierro esperando el candor de la compañía inteligente en este laberíntico territorio. Me sigue gustando húmedo y frío, pero ahora hay un nuevo olor a océano irremediablemente placentero que no estaba antes. Los Juegos de pronto volvieron a parecerme entretenidos y el gris evacuaba paulatinamente mi refugio.

No olvidaré el primer día que te vi, que te encontré. Alimentando a tus conejitos creíste que podías aguardar en secreto con todos los puntos que dejaste para que conectara y llegara al término donde se revelara esa figura que parecía tan lejana al comienzo de nuestra fábula. Los conejitos movían amigablemente su nariz y tu no sabias que hacer mientras yo me quede mirándote y deseando que no te fueras, no esa vez. Cautelosamente me entregaste mi pocillo sin oreja donde tomabas té, yo te agradecí y te invite a otro pocillo de té porque sabía que no te gustaba mucho el vino y hablamos toda la noche de filosofía, arcosierras y electroírises. Me contaste que hacía tiempo estabas alojada allí y que milagrosamente yo había sabido evadir el inevadible encuentro.

Fue cuando comencé a ver claramente como mi cueva ya no era como antes y que me gustaban los cambios, me enamoré de los nuevos aires después de los buenos. Me enseñaste a bailar macabro, a sobrealimentarme de sándwiches, a cantar en la lluvia, a ver una película en 46,2 tandas, a esconderme del Abuelo Cachalote la vez que te visitó por sorpresa, a morder orejas, a no soltarte las manos, a coreografiar GIVE ME AN A, a verte en todos los patrones Tweed, a cocinar deslactosado sin lactosa, a preocuparme cada vez que tu fragilidad era más evidente, a cenar a las 11:59 PM, a pasar YA a desayunar, a comer gomitas hasta gomitar, a recordar fracciones de mis sueños, a preguntar PORQUE DIOS PORQUE?, a negarme interminablemente a montar a caballo, a sorprenderte con un patético y horrible cinturón amarillo y tantas cosas que sigo aprendiendo pero en ocasiones para ti no parecen tan notables como en verdad lo son.

Te escribo Baleine porque después de todo este tiempo no sé como agradecer todas tus maravillosas atenciones en la intimidad de mi nucleada morada. Prometo que voy a hacer mas cómodo el ambiente, con mas calor para tu frío eterno, menos queso por tu fobia, más dulces a tu colección perpetua, menos quejas del mundo, mas Indie y menos Goth.

También aprovecho para confesarte mi único miedo. Extinción.

Muchos balleneros saben que una ballena BLANCA es mas valiosa que cienmil genéricas. Por eso no dudan en enviarte arpones escondidos en taxis de la muerte para linda, o submarinos amarillos con torpedos asesinos. Hay una sola arma a la que no puedo tratar de vencer y si te marchas tan de repente como llegaste, seré yo el que buscará refugio en tu mansión marina y se esconderá meticulosamente en los Buenos Lutos y los ojos de tus peces gato. Tengo miedo Baleine, tengo mucho, pero mientras estés acá en mi humilde territorio con tus conejos y tus incontables maravillas solo puedo creer en lo que encontré escondido en el tercer anaquel de mi biblioteca:





Plain de bisous,
Lapin

1 commentaire:

Good Mourning a dit…

Si supieras cuantas vueltas le di en mi cabeza al dilema de publicar Carta a Lapin.
Para mí era TAN obvio.
Me hacía TAN vulnerable.
Si supieras como me sudaban las manos escribiéndola.
Y cuantas veces pensé que era un error hacerla pública, y cómo esperé tu primera reacción.
Entonces tu me vomitaste cinco conejitos de vuelta, y aquí estamos, trece capítulos después. Con una Carta a Baleine.

Cuando todo empezó, por el Mosaico místico de Samael, por un pimentero, jamás imagine leerme a mí en él.
Encontrar una historia allí, donde madrigueras y cetáceos se encontraran.

Las grietas escasamente se advierten ahora Lapin. Jamás creí que fuera a ser así.

Y aquí estoy, ahora con catorce conejitos, dos gatos, y mis maletas (que sabrás, ya desempaqué). Planeando quedarme mientras tú lo permitas.
Resulta que tu ahora no tan frío, no tan oscuro refugio, es todo lo que estaba buscando.

Como una premonición, mi nombre ahora cobra sentido, el buen luto es posible.
El único excerpt de buen luto, ahora me hace feliz.
Y descubrí que nunca había estado tan feliz.