mardi 13 octobre 2009

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Casi cualquiera podría decir que mi capacidad intelectual esta debajo de una matriz lógica al aceptar el contrato que se establece al cliquear en este tipo de avisos. Muy por el contrario mi cerebro rebasa en muchos casos esta línea media de convención social sobre la inteligencia y en ocasiones roza la genialidad de admirables escritores y grandes filósofos. Sin embargo tengo un inconveniente neurológico tan solitario como el número 1 que le falta al 999,999,999,999,99,999,9999,999,99. El problema: estoy auto-condicionada a aceptar cualquier ofrecimiento formal o informal que me hacen. Esto me lleva a estar ahora escribiendo desde una clase de nado sincronizado y a dos horas de suicidarme.

NO ES UNA BROMA! GANASTE!
Felicitaciones eres el ganador número 999,999,999,999,99,999,9999,999,99.
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Me llamo Josephine y tengo 28 años, me gusta la Crème brûlée, meter los dedos en los agujeros de los cigarrilos en la cojinería, el cabello corto, la música industrial, tocar mi Concertina en el parque Mountsouris, Degas, ver cine de Hollywood doblado al mandarín, el agujero en la moneda de 5¥, el primer cigarrillo de media cajetilla de Marlboro Lights, cambiar el motivo del calendario cada nuevo mes, usar como prefijo la frase SOME BAD ASS (por ejemplo SOME BAD ASS BABY SEAL para todo tipo de interpretaciones), las fantasías sexuales con Tin Tin, el sonido de los gatos caminando sobre el tejado, una que otra ópera, las gomitas de panadería y casi cualquier animal marino empezando con el narval.

Todo fue mas claro para mis padres cuando notaron el uso intermedio-avanzado de mi lengua madre (Francés) con solo un año y medio de edad. Para ese entonces mi padre Phillipe balanceaba la decepción de que yo fuera mujer con mi sobresaliente capacidad superior y la promesa de volverme una de las mentes más brillantes del momento. La trágica búsqueda de excusas que justifiquen un error (como yo) para hacerlo ver menos “erróneo” es casi tan patéticamente conmovedor como la esperanza en la futilidad de la causa misma (también yo), que repara en la simpleza del individuo y su búsqueda inalcanzable de significados para su triste existencia. También para esa época mi mamá Lucy empezó a percibir una anomalía particular en mi comportamiento cotidiano. No se me daba la actividad motriz muy adecuadamente, tan normal para los niños de mi edad. Las relaciones sociales fueron rápidamente reemplazadas con todos los libros de la biblioteca de papá y sus personajes de ensueño donde buscaba pedacitos de mi misma en cada gramo de arrastre en las manos de Edmond Dantès, la difícil elección entre Candide, ou l’optimisme, la melancólica sonrisa de Quasimodo, Imaginar a Gigi fuera de Audrey Hepburn, los versos desgarradoramente hermosos de L’Héautontimorouménos, la canción de la Cigale o la hipócrita pero asimismo conmovedora mirada de Tartuffe. Abordé de entrada la literatura universal y algunas novelas, seguí con libros de filosofía, teoría artística y para terminar cientos de revistas VOGUE y libros de cocina. Cuando una ha cubierto una cantidad razonable de toda clase de lecturas a los 6 años de edad, la vida acaba convirtiéndose en una flagrante excusa para recriminarse la supervivencia una y otra vez.

Entrar mas tarde a la escuela pública fue no menos risible que comentar mis problemas existencialistas a los niños de 7 años:

Josephine:Jean-Marc est-ce que vous dire que si l'existence précède l'essence alors Est-ce que la construction de l'objet est une fonction de leurs choix moraux?
Jean-Marc: Mamaaaaaaaaaaaaaaaaan! Je déteste Josephine!

y rápidamente mi casi nula interacción social, se reemplazo por un tutor particular que le procuró una certera destrucción a mi ya decadente autoestima para convertirme en un personaje de cuento de joven escritor frustrado, lo cual debo añadir, no era precisamente una conducta del todo práctica.

Con 11 años ya podía decirse que alcanzaba a mi mentor en todas las áreas básicas del conocimiento: Geografía, Historia, Biología, Matemáticas, Química, Física, Filosofía, Literatura, entre algunas otras. Me destacaba por haber aprendido 5 lenguas más que él y prácticamente dominaba a la perfección los instrumentos de cuerda, viento y percusión. Un par de años mas tarde fue cuando mis padres -de origen humilde- tocaron puertas en colegios especiales y algunas universidades. Finalmente comencé mis estudios de Medicina en la Faculté de Médecine Pierre et Marie Curie en Paris gracias a un favor que le debían a papá.

Al parecer la agudeza de mis habilidades superiores en cualquier área y la falta de una construcción emocional adecuada en un entorno colectivo me hacían invulnerable a la desdicha infinita de cargar mi pubertad a cuestas junto con la situación de convivencia entre adolescentes de mas de 20 años, quienes solo entendían como la fenomenal niña prodigio superaba de lejos sus capacidades y su conocimiento alcanzaba al de los mejores maestros, pero cuyos guantes de latex siempre fueron muy grandes. Allí solo estuve un par de años y lo único que considero apreciable de mis estudios fue haber conocido a mi primera y única amiga. Se llamaba Alexandrine Delahoussaye, y ha sido y será el único ser humano con algo de sentido común sobre el planeta. Su nombre que significa: Defensora de la Humanidad, irónicamente contradecía su personalidad y su carrera como neuróloga. Por ponerlo en términos menos elaborados: “Estaba completamente desquiciada.” Alexandrine era de lejos una de las chicas mas hermosas de la facultad. A pesar de su forma de vestir desgarbada con ropa vintage de hombre combinada con faldas o vestidos de diseñadores y botas que mas bien parecían de vagabundo, la delicadeza femenina que fulguraba era exquisita. Su largo cabello negro, su piel blanquísima y sus ojos, uno gris y otro aguamarina solo hablaban de agonía e ironía. Pero además su sonrisa fulminante y un extraño hálito de catártica naturalidad, la hacían incomparable con otras bellezas que se escondían en la frivolidad de su esnobismo y los superficiales estereotipos de la artificialidad parisina y del mundo. Alguna vez había participado en un concurso de modelaje al que fue con un disfraz de ‘Nutria Gigante” tipo Disney que cubría todo su cuerpo y aunque difícilmente quedo entre las finalistas, no se puede negar que fue muchísimo mas memorable que la ganadora de la competencia. La vida sentimental de Alex era tan herméticamente autosuficiente y envidiable que contadas veces la vi saliendo con alguien. Claramente no como necesidad emocional o sexual, sino como parte de su aleatoriedad habitual y sus experimentos sociales de manumisión. De cualquier forma sus insólitas conquistas le valen la pena una mención en esta carta: Un tipo dentro de la cárcel, el guapo argelino lisiado de la lavandería, un gemelo proxeneta, su hermano, un vagabundo, una poetisa de 78 años, un travesti, una mujer de una línea para adultos, un imitador de Ringo Starr, un embalsamador, un sacerdote, una artista vietnamita que usaba el aire para pintar sus cuadros (sin comentario), y un león marino.

No creo que el mundo haya conocido a una persona con una combinación mas extraña pero apropiaba en la fórmula de su personalidad. Detestaba a la humanidad mas que el misántropo más arraigado. Cuando salíamos a comer, pedía una ROYALE WITH CHEESE para llevar, me llevaba a Montparnasse y entrábamos a cualquier restaurante vulgarmente lujoso y me pedía comida de mar -muchas veces la mas costosa- y el mejor vino siempre. Cuando llegaba mi plato y era ya inevitable la transacción, ella sacaba sonriendo su hamburguesa y cenaba a mi lado con un placer sublime de comer poco saludablemente y ademas incomodar maravillosamente a algunas personas de otras mesas cuando sorbía su refresco. Confieso que yo nunca hubiera tenido el carácter necesario para permitirme perpetrar tan directamente una provocación a una escala indudablemente inofensiva pero eficaz a la hora de disfrutar la molestia exterior.
Alex creía devotamente en todas las religiones, sectas y cultos populares a las que de una u otra forma tenía acceso, por ejemplo las apariciones espontáneas de seres “maravillosos” en tostadas, paredes, pelajes de animales, alteraciones dérmicas y demás. También creía que el ídolo del cristianismo (Jesús) fue extraterrestre, abogado, Santa Clauss, Inversionista de Wall-Street, mecánico de transbordadores, gorila albino, Caddie de golf, gerente de Coca-Cola, sommelier, vampiro, Tony Hawk, bajista de una banda de Jazz en Noruega, Yo, un brontosauro, heces de paloma, la torre Eiffel, Alexandre Gustav Eiffel, Marie Gaudelet (esposa de Eiffel), una baguette, la Sífilis, los cepillos de dientes, Charles Darwin, Madame l’oie (Toxicomane dionysien), entre muchas otras cosas. OH! Y su Hámster Jesus! al que le rendía culto cuando era niña. Su estricta educación evangelista de obsesión por la imagen del “salvador” resultó tan contraproducente en su adiestramiento psicológico, que llevó a Alexandrine a convencerse consumadamente de la llegada de su mesías en la forma de un Hámster. Le construyó un altar, escribió oraciones y edito apartes de la biblia para alabar, según ella, la segunda venida de cristo. El castigo -sacrificar el Hámster y esperar 3 días- a la supuesta “aberración” producto de la propia manipulación cultural a la que estuvo sometida fue una de las razones de su odio perpetuo por los seres humanos.

Otros iconos de las diferentes religiones no fueron menos trascendentales para el crecimiento espiritual de Alexandrine. Siddhartha Gautama (Buda) primer y único humano importante, creó toda una filosofía de vida para adornar y justificar su colon irritable con su dieta vegetariana y su racionalismo irracional de alcanzar la iluminación procrastinando su vida entera y tener el cinismo de aparecer despiadadamente contento o dormido en sus representaciones respecto a sus compañeros de otros cultos. Mahoma era un pequeño que sufría de porfiria. Discriminado por los otros chicos (especialmente el capitán del equipo de camellos) y confinado a la soledad de su tienda decidió pasar su tiempo libre aprendiendo a leer y a escribir para narrar toda una serie de relatos fantásticos sobre como su velo facial mágico le daba el poder para patear traseros. Con Lao Tse teorizaba sobre su hermafroditismo adicional a la súper - adicción a una versión preeliminar del opio que lo llevaron a crear un universo de lecciones y reflexiones incomprensiblemente bien disfrazadas de sabiduría sumadas a la instauración de un ícono que representara su perpetuo estado de abstinencia v.s. abundancia, de PROTO-opio por supuesto. Los brazos de Ganesha nunca serán suficientes para invertir el efecto del capitalismo sobre la población de India, así como tampoco serán suficientes los cacahuetes que los indios le puedan ofrendar.

En resumidas cuentas la adivinación de una Bola 8 Mágica tenía la misma veracidad de un milagro o el nirvana. Ella entendía con claridad que en la vida: “NADA ES REAL” y como cada cultura nos impone la construcción de un mundo de códigos apropiadamente convenientes a partir de puntos de vista y reglas tan ridículas como reaccionar ante el color de una luz color verde o destruir nuestras vidas y trabajar incansablemente todos los días solo por conseguir papel impreso con la cara de políticos que antaño nos sometieron a nuestros fatales destinos bajo la opresión de canones aparentemente ineludibles al menos para la mayoría. Y aunque es imposible librarse de esta influencia como seres aparentemente racionales, no se puede negar que intentar repelerlo es igualmente válido que asimilarlo.

Su muerte tampoco dejó de estar adornada de la más bonita metáfora de autodestrucción y excesos. Era uno de los días más fríos del año, y nos vimos en un cafetín cerca del cementerio en la rue Duris. Alexandrine de vez en cuando acostumbraba recolectar excremento de paloma y distribuirlo aleatoriamente sobre los vehículos estacionados sobre la acera, ritual que le valió una contrademanda en la corte contra un oficial de tránsito que tuvo que indemnizarla por su deleitable ritual, ya que no infringía ninguna de sus leyes.

Dos de azúcar y una de sal como le gustaba. Cuando hablaba de nuestros planes no podía evitar pensar en lo mucho que la admiraba y en lo ridículo de las acciones que íbamos a perpetrar. Ositos de goma en las prendas de cualquier boutique, numerosos vomitos de broma a lo largo de la línea 1 del Métro, vender legumbres artificiales dans les Halles, o usar bigotes falsos en nuestras clases, entre tantas otras cosas. Aquel día el despropósito de la salida era expresar su admiración por Simone de Beauvoir. Así que se disfrazó perfectamente, incluso cuido los detalles de su ropa interior según me comentó. Recogió una estructura de papel plegado de unos 2 metros de longitud y nos dirigimos al Quai de Bercy a la altura del puente. Allí desplegó la estructura que resultó ser un barco de papel gigante; De un lado tenía alabanzas al presidente y del otro tenia insultos. Lo puso en marcha y se subió en el. Estratégicamente construído, el barquito no se hundió y prosiguió adentrándose en el Seine mientras Alex se regocijaba viendo la gente de un lado, molesta y contenta con las imágenes. Y viendo a la gente del otro lado, molesta y contenta con las imágenes. De pronto el barco comenzó a deformarse, luego a hundirse lentamente y de un solo golpe Alexandrine estaba bajo 100 kilos de peso con su cuerpo enredado en papel. Después de algunos minutos, uno de los trabajadores del puerto saltó en su auxilio y tras un angustioso rescate, Jean-Paul Janvović salvó a Simone Delahoussaye.

Curiosamente (y hermoso por demás), Alexandrine murió de neumonía el mismo día que De Beauvoir un par de días mas tarde, dejándome en su testamento ficticio la tarea de mantener con vida nuestros juegos y nocivas costumbres.
El día que ella murió hubiese sido adecuadamente muy doloroso para mi en un mundo común, pero al hacer eso Alexandrine me entregaba algo mejor: su propia forma de vida y la gracia de su necesidad de cometer el peor de los errores en la vida: No cometerlos.

Cuando se conoce la delgada línea que se traza entre los vacíos en las reglas, las posibilidades de exploración vivencial son casi infinitas. Una ya deja de preguntarse porque pasan las cosas o porque levantarse cada día, porque esta caja de cereal y no la otra, porque esta enfermedad y no la otra, porque este libro y no el otro. Una sola se lanza a la amalgama triste de decadencia y felicidad. Podía decirse que se nace con nuevos ojos para l'auto-destruction.

Con el titulo de “forajida de la humanidad” y la oportunidad de haber conocido a Alexandrine puedo pensar en la conclusión que llevó a término mi singular estilo de vida: No siempre se puede ser odio y tristeza, yo existía en ese campito pequeñito entre esta dicotomía y por eso vivía al margen de todos los códigos posibles. Auto-condicionarse con parámetros particulares en el comportamiento, establece al menos una intención evidente de emanciparse parcialmente de estándares populares mas generales, procurando en este sentido un beneficio intelectual casi integral y expansivo a veces, asegurando un umbral de tolerancia superior a la desgracia de la naturaleza en la razón, verificado a través del legado de situaciones, experiencias y referencias de autores previos a la experiencia. Parecía que mi prima máxima: d’accord, cumplía con los estrictos parámetros Kantianos de universalidad y me hacía navegar por nuevos mares de aventura aleatoria en cada instante decisivo pero a la vez irrelevante. Condicionando desde la simple elección de un dentífrico en la góndola del supermercado hasta la ruta de Le Métro que teóricamente me llevaba a mi destino circunstancial.

El tic-toc en el orden ecuménico de la causalidad entraba en crisis cuando se trataba de Josephine Badeau y su contradictoria manera de interactuar con el mundo exterior. Cualquier cosa podía ser posible en cualquier situación. El “savoir faire” finalmente parecía tener lo que estuvo perdido desde siempre, su "savoir". Casi por primera vez estaba pensando que me había desperdiciado al no haber hecho las cosas así desde el principio. Todo estaba cambiado como un trompo girando al revés o una muñeca rusa de la que cada vez se extrae una nueva figura de mayor tamaño. La aterradora realidad destruida inadecuadamente de la mano de la falta de esperanza en la pobre humanidad de carrera al abismo de la autodestrucción hacían mas placentero el deseo de "existir" por demás.
Cuando una toca su propio fondo, sabe entonces que casi cualquier posibilidad por ridícula que suene, contiene el secreto de la vitalidad justificada en sí misma. Es la llavecita que destapa la puerta del armario de vidrio y da viva al universo de otra realidad con la que siempre habíamos vivido pero nunca habíamos tocado. siempre tan ahí y tan solitaria, esperando desde siempre ser encontrada. Que patéticos somos los seres humanos y toda nuestra historia de gloria estúpida y falsa sensación de superación y pretensión de progreso. No entendemos jamás que nuestra perfección esta tan lejos del conocimiento y de respuestas. Nacer, Crecer, Reproducirse y Morir; estas cuatro palabras como paredes encierran nuestro implacable destino. Unidos como escoria tan suturados al fatal destino de nuestra carne, sin diseño aparente, el futuro es estrecho y de repente nulo. La dimensión en esta búsqueda por un significado es tan irrelevante como la respuesta misma.

NO HAY RESPUESTA, NO HAY PREGUNTA. Limitarse en la condición es solo prueba de nuestro fracaso. Los únicos límites son los que nosotros mismos hemos querido adoptar de la manera mas absurda, como construimos nuestras jaulitas de símbolos chiquititos que se fijan con pegamento de mentiras. Seguimos estereotipos, patrones, estándares, reglas, límites, restricciones, señales, avisos, programas y leyes de juguete.

Me llamo Josephine y tengo 28 años, soy heptasexual, vegetariana y consumo carne de res, me gustan los enanos en zancos, entrar al baño de hombres y orinar de pié, que mi ateísmo parece un culto a la nada, ir a Disneyland Paris el único día que cierra, comprar el boleto del bus y caminar a casa, ver hablar a los mimos, como corren los caballos de Gericault, las jirafas con tortícolis, la pluralidad singular de las muñecas matryoshkas, trabajar en la fábrica de extintores y haberme quemado en el auto por no tener uno, tener una moneda invaluable, mi alergia a mi comida favorita, enamorarme de los velorios, que Iceland has the green and Greenland has the ice, la diabetes de Willy Wonka, las miniaturas de dinosaurios, Michael Jordan jugando Baseball, usar anteojos sin lentes, los jugadores olímpicos de Cuba usando ropa deportiva Nike, o morirme en el LIVING ROOM el día de mi cumpleaños.

Rashgaünarook, el líder de la secta de algo como “LOS AUTOCREACIONISTAS POSTCRISTIANOS” nos invitó a escribir una nota para enviar en una cápsula espacial antes de abrazarnos juntos en el fuego maravilloso del kerosene del señor GALLYAKTTRÖN –amo y señor del universo, pero sin código postal- y así culminar 6 meses de preparación espiritual a los que atendí infaliblemente. A algunos minutos de llegar al lugar designado por la profecía para salvar los últimas semillas puras de la humanidad, solo me queda felicitarlo(a) por haber llegado tan lejos en tan desarticulada y agridulce confesión autobiográfica y desearle una desarticulada y agridulce vida.

Mi vida y todas las vidas solo se tratan de una cosa: NADA.

Lee 7 libros y medio, come órganos reproductores de moluscos, inicia una pelea de almohadas, toma clases de buceo, vomita en una caneca de Picadilly Circus, hazle un gesto obsceno a cualquiera, patea una lata por 14 calles, abraza a un extraño, quema tu reloj, guíate con un calendario de 1986, corta un árbol, invita a cenar a un vagabundo, vé a una fiesta de música disco en patines, cree en dios, no creas en dios, manda un mensaje en una botella, bautiza un pastelillo, usa pantalones con hurones, besa una persona ciega, camina sin zapatos, sonríe a escondidas, llora en las fotos de cumpleaños.

Enfin, je vais voler quelque mots:
This is your life, and it's ending one minute at a time.

Josephine Badeau ou Hürialiudkaa (Sect nom)