Alguna vez leí por ahí sobre como los rasgos más prominentes de la
personalidad se reflejan en la forma como nos vestimos y mas específicamente en
los zapatos que usamos. Tiene algo de sentido, y es un ejercicio interesante sentarse a ver
detalles viscerales de las personas y admirar como algo aparentemente tan
frívolo, comunica más de lo que percibimos.
La
primera vez que la vi llevaba unos zapatos rojos planos de charol
(extrovertida) que me recordaron pronto a Judy Garland. Yo llevaba mis botas de
cuero sintético porque no me gusta el olor del de verdad (vegetariano). Nos
presentó un amigo en común (zapatillas deportivas) y desde que acerté un
comentario perspicaz sobre «El
zapatero y los duendes»
y la hice reír;
supe de inmediato que “Ya no estaba mas en Kansas”.
Después de 3 años juntos uno
podía decir que TODO era perfecto,
Hacía ya tiempo que no teníamos
una discusión y aunque yo me esforzaba un poco más para que la relación se
mantuviera, las cosas marchaban normalmente. Sin embargo en cuanto la marea
esta tranquila y uno alcanza una aparente estabilidad, siempre se aparece un
esqueleto escondido en algún closet. Algunas veces este esqueleto lleva
una etiqueta de “Secreto Familiar”, otras veces dice “Problema Psicológico” y
la etiqueta mas común y asimismo comprometida de todas: “Infidelidad”. Lo encontramos pacífico y
desinteresado. Por lo general lo ignoramos en una primera instancia. Nos
hacemos los fuertes, los desprendidos y practicamos el antiguo arte humano de
la egofagia. Alimentamos el ego con
percepciones individuales que justifiquen nuestra actitud frente al secreto,
buscamos hacer tolerable su existencia mientras se mantenga en la sombra
ridícula de ese sueño que llamamos “Control”. Lo única verdad es que el huesudo
problema permanece fijo entre el umbral de la puerta del closet y el living.
Sí ahí esta, pero Yo soy mas
alto.
Sí ahí esta, pero Yo soy mas
especial.
Sí ahí esta, pero Yo soy mas
inteligente.
Sí ahí esta, pero las tengo mas
grandes.
Sí ahí esta, pero la tengo mas
grande.
Sí ahí esta, pero usar
características particulares como escudo comparadas con ideas superficiales y
anteponiéndose a corto plazo es contraproducente en todo sentido y solo termina
por justificar las inseguridades que no habían salido a tomar aire en mucho
tiempo.
No es que ahora le moleste tu
aliento en las mañanas, la forma como usas el dentífrico o tu fuerte acento
hablando francés. El problema es que ahora le
importa.
¿Qué titiritero más diabólico
concibió de manera tan irónica y compleja esta estratagema llamada amor?
Ahora le importas.
Ahora tus bromas sobre la comida
dejaron de ser interesantes, tus referencias al “Gato con Botas” son infantiles
y tus regalos sorpresa son cotidianos y rematadamente advertidos.
Allí en ese momento es cuando
decides mirar al esqueleto de frente y te armas de coraje para leer su etiqueta;
un SMS de un desconocido que dice:
“I AEROSOL U”
Ya no importa si la tienes del
tamaño de una boa constrictor adulta, si tienes tickets de primera fila para
ver los Rolling Stones… en otro país, si tu lencería es Victoria’s Secret, si
le enseñaste sobre todo su nuevo autor favorito o si ganaste un Pulitzer. Solo
importa que existe alguien allá afuera que tiene algo que tu no. Entonces
Sherlock se apodera de tu cuerpo y empieza la maratón de conclusiones sobre 3
palabras en un SMS.
-La referencia al ícono popular
de Nueva York (I❤NY) se reemplaza el sustantivo
por U, una abreviación del pronombre YOU en inglés y se sustituye el corazón,
símbolo convencionalmente reconocido de AMOR, « concepto universal relativo a la afinidad
entre seres definido de diversas formas según las diferentes ideologías y
puntos de vista » (Wikipedia), AEROSOL, pintura envasada industrialmente
que a través del aplicador deja un rastro de sus partículas, consabida de
artistas callejeros de GRAFITTI, de la palabra grafito…
Mi conclusión:
James Bond con unos Chuck Tyler
desgastados (Rebeldía superficial) a medio poner, con un cigarrillo recién
prendido en los labios escuchando Sex Pistols en un boombox mientras pinta con
aerosoles en la pared de su estudio una interpretación del cuerpo desnudo de tu
novia a la que hace unos 5 minutos terminó de ‘experimentar’ y que ahora se
convirtió en la musa de sus próximas dos semanas.
El día que la confronté estaba muy
nerviosa, me evadía cada momento mientras yo acumulaba mi aliento para pedirle
una explicación “retórica” (la respuesta se conoce de antemano) de lo que había
pasado. Le hice la pregunta sin vacilar:
“¿ Te gusta ese tipo?”
Ella se limitó a responder: “El
problema es que yo no le gusto a el”
Haces tus maletas, empacas tu
orgullo, tus recuerdos, tu frasco de mermelada de tomate, tus medias de calavera,
tu CD de Britpop, el arquetipo masculino de la parejita que hacía juego con el
otro muñeco del arquetipo femenino, tus cigarrillos y tus zapatos color plata
(excéntrico). Tu cerebro comienza el proceso de “desintoxicación” hasta forzar el
olvido en todo lo que te relaciona con esa persona. Solo te quedan los
recuerdos mas felices y los mas dolorosos.
Sin embargo los pequeños detalles son los que después florecen poco a
poco en ‘Valle Desolación’. Ahí es
donde un objeto se vuelve el estandarte de la separación. Una canción que te
recuerda su sonrisa, una película que siempre quedará impregnada de su esencia
y unos zapatos… No son esos zapatos rojos los que empezaron todo esto, fueron
los condenados zapatos que llevaba el día que rompimos.
CROCS una marca de zapatos de un
material similar a la espuma que ha tenido una gran popularidad a pesar de su monstruosa
apariencia. Son simplemente un absurdo en contra de la idea fundamental de
“Zapatos”, un atropello a la institucionalidad de la estética en su conjunto y
un atentado a la interacción social.
No puedo describirlos
visualmente mas que como el cadáver de un hipopótamo siendo profanado por ‘Un proxeneta con una sola pierna’.
Estos productos del quinto infierno son la materialización de mi odio, mi
frustración y mi tristeza, el día que ella llevaba puestos sus malditos CROCS
todo cambió. Es como si su alegría hubiese sido absorbida por estos tótems del
horror. No importaba que me había sido
infiel, o que el otro fuera el doppelgänger de Mick Jagger, mi verdadero
problema era su calzado. Maldigo a los dioses (del capitalismo) por haber
liberado tan atroz enfermedad en este mundo. Pero a fin de cuentas solo queda
dejar ir y empezar de nuevo con el juego clásico del comentario inteligente y
la sonrisa que lo acompaña un paso a la vez.
Me tomó poco mas de 6 meses
recuperar completamente mi cordura y mi golpeada autoestima, los días me
parecían cada vez menos melancólicos y aunque nunca fui uno de esos tipos que
se jacta de tener pretendientes como publicidad de desodorante, no desaproveché
un par de oportunidades de afecto fortuito que se presentaron después.
Ese
noche estaba lloviendo, había olvidado mi sombrilla en casa de un amigo (zapatos
italianos) y por no volver, decidí arriesgarme a llegar a la estación del
autobús. Al empezar a correr en la lluvia evitando pisar algún charco, hice
precisamente lo contrario y mis pies se mojaron hasta el último centímetro. Al
llegar a la parada y maldecir mi pereza al no volver por la sombrilla, levanté
la mirada y allí estaba la nueva ‘ella’. Llevaba unas botas de colores
psicodélicos para la lluvia (dueña de un gato) Acertó un comentario sobre «La
zapatilla de Cenicienta»
y me hizo reír; supe de inmediato que “era pasada
la medianoche”.
Las
cosas con ella eran millones de veces mas extraordinarias, cada segundo era
trascendental, cada momento era inesperado y valioso, cada palabra se iba
tejiendo en el telar de la ‘perfección’. Entonces llegó el día que siempre
busqué pero no me atrevía a aceptar, el día en que iba a proponerle que
nuestras vidas quedaran entrelazadas hasta que el ‘divorcio’ nos separe, el día
de la propuesta. Ella era amante de las películas
de Kurosawa (“She’s the one”) Hice contratar a un grupo de teatro para que
hiciera de asesinos peleando con sombrillas (Botas de colores psicodélicos para
la lluvia) y los posicioné para que a medida que me iba acercando a cada uno
con ella de la mano, estos revelaran un mensaje que se desencadenara en el
parque donde un set de templo japonés con todos sus amigos esperaba que llegara
el lanzamiento de la gran pregunta. Entonces apareció ella
acompañada de mi peor pesadilla. La historia se repetía pero de formas mas
extremas e insoportables.
¿Qué director de orquesta se
encargaba de liderar este embuste de melodías demoníacas?
Ella llevaba puestos
unos CROCS.
No he sentido que sea de esos tipos
superficiales, de hecho me defino como un amante de la complejidad y la razón.
A pesar de este título, verla usando estos “zapatos” recreó de inmediato esa
sensación de fracaso y odio reciclado. ¿Era yo? O es que hoy la ‘nueva ella’ se
parecía espantosamente a la ‘antigua ella’. No podía dejar de mirarle los pies.
Me preguntó que me pasaba, y porque estaba vestido de ‘Samurai’, mascullé que
estaba preparando una sorpresa y la semilla de la intriga se apoderó de ella.
En ese momento me importó.
Me importó que ella tenía un
fuerte almizcle de perro mojado y arena de gato.
Me importó que ella dejaba mis
planes de lado por quedarse hablando horas con sus amigos del extranjero.
Me importó que no le gustaran
los “Monty Python”
Me importó que solo me hubiera
regalado un pullover en descuento para navidad.
Me importó que existiera.
Arruinó todo para mí. Era
simplemente incomprensible que alguien a quien le había contado mi secreto mas
oculto (tacones de travesti) y con quien había compartido incontables momentos
de bienestar, usara CROCS.
-Invento para Norteamericanos
obesos con diabetes que representa la decadencia de la sociedad de consumo, la ‘antigua
ella’ en la cama con James Bond y sus aerosoles, la vez que me caí en el patio
de la escuela, el féretro de mi bisabuelo con la tristeza que no supe sentir y
el hecho de que nadie conscientemente puede aprobar el uso de tan nauseabundo
objeto.
¿Y cual es la sorpresa?
No vacilé en decirle que se
sentara.
Eché un vistazo a los CROCS por
última vez y le dirigí la mirada:
“Escucha, las cosas no pueden
seguir entre nosotros. Ya tomé una decisión y creo que lo mejor es que vayamos
por caminos diferentes”. Sorprendida como estaba, ella no hizo ningún reproche
y simplemente me dijo con tono sarcástico: “¡Sorpresa! Hubiera preferido el
SEPPUKU a que me liquidara un SAMURAI”.
No hablé de lo que había pasado en
realidad con “ella” hasta un año después con mi mejor amiga en un café cerca al
parque de la puesta en escena. Ese día al caminar por ahí, solo volvieron los
recuerdos agradables, tal vez lo había llevado muy lejos ese día. Tracé mi
camino de vuelta e hice una pequeña parada en el centro comercial.
Me planté un tiempo frente al
almacén de CROCS en un acto de reconciliación y ahora era cierto, lo había
llevado muy lejos. Se me acercó una de las vendedoras y me preguntó si me
interesaría comprar algo. Volteé a mirarla y era hermosa de “pies a cabeza”
(CROCS) le aseguré que jamás compraría semejante aberración. Ella me sonrió, se
acercó a mi oído y susurró que tenía que usarlos por su trabajo y que ansiaba cada vez que le daban su nuevo dote porque disfrutaba esa noche
tomando una copa de vino blanco y ver quemarse sus frustraciones en la terraza
de su edificio.
8 segundos para destruir mis
teorías ridículas sobre la personalidad “zapatística”
8 segundos de intimidad inesperada
8 segundos para saber que no
sabía nada
8 segundos para no dejarla ir
nunca más.
Acerté
un comentario perspicaz sobre «Las
sandalias de Hermes»
y la hice reír; supe
de inmediato que “Estaba de vuelta en el monte Olimpo”.